¿Cuántas veces nos hemos quedado hipnotizados delante de una hoguera viendo ascender las llamas de un fuego rojizo? ¿Cuántas veces hemos sentido cómo nuestro cuerpo ardía de rabia o de pasión? ¿Cuántas veces hemos temido al fuego que avanzaba furioso y potente arrasando todo lo que encontraba a su paso?
Mi recuerdo más temprano sobre el fuego es el de mi abuelo preparando una hoguera que yo llamaría familiar. En el centro de una habitación habilitada para ello, se hacía un gran fuego alrededor del cual se reunía la familia a charlar y a bromear. Las paredes eran totalmente negras y solamente había una pequeña apertura en el techo para que saliera el humo. Cualquier niño de hoy en día se negaría a estar en un lugar como aquel, pero los niños de aquel entonces jugábamos con palitos de madera que quemábamos y utilizábamos para hacer figuras en el aire. Algunas eran naranjas, rojas o azuladas. Perdía el que primero empezaba a toser molesto por el humo que poco a poco inundaba la estancia. Eso era Magia.
Y es que el Fuego es mágico. A través de él somos capaces de transmutar emociones. La preocupación en discernimiento, el miedo en coraje, la ira en amabilidad, la euforia en alegría y la tristeza en justicia. Somos capaces de calentar nuestros órganos para que su funcionamiento sea eficaz y correcto. Somos capaces de encender la llama interna para ir en busca de nuestro sueño.
Tantas veces he sentido el fuego arrasando mi interior que cuando he aprendido a utilizar su fuerza he multiplicado mi eficacia por mil. Sentir que soy fuego sin quemarme, sentir que la llama roja está siempre viva, sentir que mi fuego y yo nos fundimos y ascendemos hasta llegar a alturas nunca imaginadas.
Os invito a encender vuestra llama….
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