¿Alguna vez se han parado a escuchar el sonido del viento? ¿Alguna vez se han detenido a percibir qué les hace sentir el viento? ¿Alguna vez han hablado al viento? Muchos de los que leen estas líneas se acordarán del malestar que les causa el viento y es que, como máxima expresión del elemento Aire, el viento es capaz de mover las cosas de sitio, de producir el caos, de abrir canales hasta hacernos gritar nuestras emociones más escondidas. Y, en general, a nadie le gusta que le muevan las cosas de sitio. A veces nos aferramos tan fuerte a lo conocido que solamente una tormenta feroz puede hacernos tambalear y empezar a soltar aquellos amarres.
Todo principio surge del caos. El Aire nos sacude por dentro y nos obliga a discernir, a dudar, a recolocar nuestras ideas, pensamientos y emociones. No tenemos que enfrentarnos a este poderoso elemento sino alinearnos con él y rendirnos a su movimiento. Un movimiento ascendente y expansivo cuya fuerza nos ayuda a transformar nuestras antiguas ideas y nuestros viejos patrones. Para dejar fluir este movimiento es imprescindible tener unas raíces sólidas.
Como un árbol solitario en medio de una gran tempestad, esa es la que siento que soy cuando el Aire asoma a mi vida. Le hablo y me responde. Sus palabras vienen de un lugar profundo y se clavan en mi corazón, liberando mis pensamientos y emociones. Soy una con el Aire y vuelo a nuevos lugares, lugares que alguna vez soñé y que ahora se que se convierten en realidad. Bendigo el caos que en tantas ocasiones ha azotado mi vida, bendigo mis dudas y bendigo al aire cuyo soplo me llena de nuevas esperanzas y sueños.
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